Los Misterios de Nazca

viernes, 27 de junio de 2014
El misterio envuelve Nazca más por lo que esconde que por lo que se ve. Es un reducto al sur de Paracas con mensajes cifrados a vista de pájaro y una cultura prehispánica semienterrada bajo dunas desérticas. Adentrarte en las callejuelas de su historia te lleva sin pensarlo a un laberinto de incógnitas enlazadas como una madeja, todas relacionadas entre sí y algunas solventadas con duro trabajo de varias décadas. Si intentas desenredar sus hilos, te atrapa. Y si te atrapa tu mente acaba retrocediendo hasta  el siglo IV a.C para intentar comprender un pasado muy lejano.
El arqueólogo italiano Giseppe Orefici entró en las puertas de Nazca hace 35 años y ya no salió. Desde entonces, su principal objetivo se ha centrado en desenterrar Cahuachi, un inmenso centro ceromonial repleto de callejuelas, escaleras, muros y pirámides enterrado en el desierto. Un asentamiento de 24 kilómetros cuadrados, más grande que la misma Roma, y el más inmenso que se ha descubierto hasta el momento, por delante del de Chan Chán, al norte de Perú, de 20 kilómetros cuadrados. “La idea era poder hacer una excavación en este sitio, donde no se hacía desde 1954-55, porque era terrible dejar que la agricultura ocupara un centro ceremonial construido de adobe de esta envergadura”, explica el arqueólogo de 68 años sobre el 1% del terreno de Cahuachi que mantiene al descubierto.
El equipo de este Indiana Jones italiano, compuesto por 80 personas bajo sus órdenes -físicos, geofísicos, científicos y arqueólogos- se mueve entre la pasión y la devoción por la cultura que envolvía este centro de peregrinaje y de centralización política, en especial en los últimos tiempos de la cultura Nazca, en el siglo IV d. C., con jornadas laborales de 10 horas diarias durante seis días a la semana.  “No todo el mundo lo aguanta. En verano hay que soportar una temperatura de 40 grados bajo el sol y muchos jóvenes abandonan”, explica Orefici, que hasta tuvo que pagar de su bolsillo un guarda de seguridad para que se ocupara durante las noches de mantener intacta esta joya de la arqueología. “Sigue habiendo saqueos. Y lo que se llevan se pierde para siempre”.

A día de hoy se han descubierto 34 edificios, coronados por la Gran Pirámide, una construcción de 100 metros de anchura y 20 de altura, y el Templo Escalonado, con inscripciones en las paredes y en los frisos. Y lo más llamativo encontrado entre los secretos de Cahuachi: ofrendas que abarcan desde cerámicas o vegetales hasta cabezas humanas que provenían de sacrificios que se hacían a los dioses. “Cualquier acto hecho por los hombres de Nazca está marcado por la religión”, cuenta el arqueólogo, que explica que muchos recorrían extensos kilómetros desde la Amazonía y los Andes con cráneos colgados en sus cinturones para ofrecerlos en el templo.
Orefici ha tenido que lidiar durante este tiempo con un presupuesto que se renueva cada cinco años de algo más de un millón de euros que consiguió en primer lugar gracias a las subvenciones del Ministerio Asuntos Exteriores italiano y en último del mismo municipio de Nazca. Aunque el equipo del italiano ha contado con una enorme ventaja: el clima. “Es único”, asegura el arqueólogo. Lo cierto es que gracias a él han aparecido desde vegetales hasta personas en perfecto estado de conservación. “Se encontró una mujer sacrificada del 4.280 a. C. con pelo y piel”, dice el italiano. Algo que los jóvenes de la Ruta BBVA han podido comprobar de primera mano en el museo de Antonioni –nombre que le puso Orefici para agradecer su amigo una importante aportación económica-, en el centro de Nazca, donde gracias a su estado se pueden intuir perfectamente tras las vitrinas las facciones de unas cabezas cortadas durante el esplendor de Cahuachi.

Y frente al centro ceromonial, se encuentran las incógnitas de las famosas líneas de Nazca, que fascinan a todos los que conocen su existencia. Un colibrí, una ballena, un mono…, son gigantescas  figuras de entre 20 centímetros y un metro de profundidad en mitad de un valle. No hay teorías que daten con exactitud el momento de su elaboración, aunque se supone que los geoglifos corresponden a una larga etapa comprendida entre 193 a. C. y 648 d. C. Verlas perfectamente definidas tras tanto tiempo en mitad de un valle te llena la cabeza de interrogantes fascinantes. Los arqueólogos han construido explicaciones tan variopintas que ante ellas uno no sabe hacia dónde tirar: desde la planificación de caminos sagrados, al lugar de peregrinaje, la construcción de un gran calendario astronómico hasta la teoría de que se trata de un mensaje de los extraterrestres. Historias increíbles o más creíbles de un misterio todavía sin resolver. Y eso que la matemática Maria Reiche, que pasó largas temporadas en Nazca, dio un gran avance y sentido a la explicación calendárica y astronómica.

“Hay una estrecha relación entre los geoglifos y Cahuachi. Hay huellas desde la ciudad para llegar a las líneas, eran parte central de la vida de Cahuachi”, asegura Orefici, que se enfrenta ahora a la parte más complicada de su trabajo. Y es que de la misma manera que el clima ha contribuido positivamente en su trabajo, también puede destruirlo. O más bien volver a enterrarlo. Porque Perú está acostumbrado a que cada 5 años el fenómeno del Niño arrase por donde pase, pero ahora se enfrenta al denominado Superniño, que destruye todo a su paso cada 500 años. “Ya ha llegado el momento. Se ha cumplido ese tiempo y puede aparecer cuando menos te los esperes”, asegura. ¿Qué pasará entonces con el trabajo realizado en Cahuachi?. “Quedará enterrado de nuevo. Pero no pasa nada, volveremos a empezar”.

Fuente: http://blogs.elpais.com/ruta-quetzal/2014/06/entre-los-misterios-de-nazca.html

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